A veces es bueno desbarrar. No mirar el reloj, romper la lógica e incluso molestar un poco. A veces. Y poco.
Ayer fue uno de esos días. Nos sentamos (uno y uno=dos) a la mesa (gris y elegante) de un restaurante (bien) de la capital del Ebro. Entramos a las 15 h y salimos a las 19 h. Y os voy a contar lo que pasó.
Pasó que tras una comida rompedora pasó por allí el carrito ... de los gin tonics (no el de los helados). No nos quedó otra; ser testigos mudos de cómo se prepara un Gin 209 con flor de Bergamota. Para acompañar, tónica india, que para eso estamos en un mundo globalizado y los ingleses se encargaron en su día de expoliarlo.
Me falta hablaros del vino. Para otro día. Hoy no tengo sed.