En la huerta del tío Vicente estaba Clementina y hacía tanto sol que se refugió debajo de un limonero. Y ahí apareció Citronio. Se sorprendió. Tenía la cabeza apepinada. Ella no lo sabía, pero no todos los cítricos eran esféricos. Esperó. Citronio habló. Algo dijo, pero Clementina no lo escuchó. Le gustó. Los dos eran igual de ácidos.
(De nuestra colaboradora Pailit)
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